Un estudio internacional publicado en Nature ha demostrado que las actividades humanas tienen un impacto mayor del que se creía en la biodiversidad vegetal, gracias al análisis de la llamada diversidad oscura o ausente: especies nativas que podrían vivir en un lugar, pero están ausentes. Esta nueva forma de medir la biodiversidad permite detectar efectos que los métodos tradicionales no revelaban.
Coordinado por la Universidad de Tartu (Estonia) a través de la red colaborativa DarkDivNet, el trabajo ha contado con la participación de más de 200 investigadores en 5.500 ubicaciones de 119 regiones del mundo. Entre ellas, varias zonas de España, con participación destacada del CSIC a través de varios institutos. Desde el IRNAS-CSIC, la investigadora Miriam Muñoz Rojas del BioFunLab, junto con Raúl Román (Universidad de Almería), ha colaborado realizando muestreos en Sierra de Gádor, Zona Especial de Conservación de la Red Natura en la provincia de Almería.
Los resultados del estudio muestran que en ecosistemas con baja presión humana están presentes más de un tercio de las especies potenciales, mientras que en zonas muy impactadas apenas aparece una de cada cinco. Además, se observó que el Índice de Huella Humana, que mide factores como densidad de población, infraestructuras o uso del suelo, afecta incluso a ecosistemas protegidos o situados a cientos de kilómetros.
El estudio respalda la meta global de proteger al menos el 30% del planeta, al evidenciar que conservar grandes áreas intactas mitiga el impacto humano en la biodiversidad regional. Además, destaca la importancia de mantener y mejorar la salud de los ecosistemas más allá de las reservas naturales. El concepto de diversidad oscura es clave para un adecuado seguimiento de la biodiversidad en el contexto de conservación y restauración de ecosistemas.
Referencia:
Pärtel et al. Global impoverishment of natural vegetation revealed by dark diversity, Nature (2025).
Foto: Sierra de Gádor (Miriam Muñoz Rojas)