En 1998 la cuenca del río Guadiamar (Sevilla) fue protagonista de uno de los peores desastres ambientales ocurridos en Europa en las últimas décadas, el accidente minero de Aznalcóllar. La rotura de la balsa de decantación de la mina de los Frailes provocó el vertido de 6 hm3 de aguas ácidas y lodos contaminados con elementos traza a los ríos Agrio y Guadiamar, inundando 55 km2 en dirección al Parque Nacional de Doñana. Tras la limpieza de emergencia de la zona se puso en marcha un ambicioso proyecto de restauración (el Corredor Verde del Guadiamar), que constituye un ejemplo único de aplicación de técnicas de recuperación de suelos contaminados a gran escala. El Corredor Verde del Guadiamar ha sido objeto de multitud de estudios destinados a conocer la distribución y el impacto de los contaminantes en los distintos compartimentos del ecosistema, así como a testar distintas técnicas para la recuperación ecológica de la zona afectada. La mayor parte de estos estudios se desarrollaron durante los primeros años posteriores al accidente y estuvieron principalmente restringidos a la llanura aluvial. El actual repunte de la actividad minera en Aznalcóllar ha reabierto el debate sobre la calidad ambiental en la cuenca del Guadiamar y la efectividad de las medidas de recuperación.
El grupo SoilPlant del Instituto de Recursos Naturales y Agrobiología de Sevilla (IRNAS-CSIC) es uno de los pocos equipos de investigación que ha mantenido una actividad continuada en la zona a lo largo de los dieciséis años trascurridos desde el accidente (abril de 1998). La monitorización realizada por este equipo a lo largo de los años muestra que los contaminantes del suelo (principalmente elementos traza como arsénico, cobre, plomo, cadmio y cinc) han sido progresivamente inmovilizados en la llanura aluvial, especialmente en el tramo sur de la cuenca debido a las condiciones de pH neutro y textura arcillosa de sus suelos, que favorecen su precipitación y retención en la matriz del suelo. Sin embargo, el cauce y los taludes del río han sido considerablemente menos estudiados, a pesar de que los niveles de contaminación en estas localizaciones son presumiblemente más altos, debido a que las labores de limpieza fueron menos efectivas por el difícil acceso a estas zonas por la maquinaria y la menor aplicación de enmiendas correctoras de suelo. Un estudio reciente del citado grupo, liderado por la Dra. María T. Domínguez en el marco del proyecto europeo RECARE, pone de manifiesto el distinto nivel de recuperación de los suelos de los cauces con respecto a los de la llanura aluvial, y alerta sobre la persistencia de importantes ‘parches’ de contaminación en los márgenes del río, especialmente en su tramo norte (desde la mina hasta aproximadamente el puente de ‘Las Doblas’, en Sanlúcar la Mayor), donde la situación es más grave.

Imagen del margen derecho del río Guadiamar (invierno 2014), en su tramo norte (término municipal de Sanlúcar la Mayor, Sevilla).
El estudio muestra que en los márgenes del río de la parte norte del Corredor Verde es posible encontrar suelos extremadamente ácidos, como consecuencia de la oxidación de los restos de lodos, en los que los contenidos de arsénico (buen indicador de la presencia de lodo) son muy superiores a los rangos para los que diversos autores recomiendan intervención, y para los que es posible la ocurrencia de toxicidad para las plantas. Estas condiciones de acidez potencian la solubilidad de elementos como cobre, cinc y cadmio, permitiendo que estos contaminantes sean redistribuidos a lo largo de la cuenca. De hecho, en este trabajo las mayores concentraciones totales de cadmio y cinc se encontraron en los márgenes del río en el tramo sur de la cuenca, lo cual sugiere que puede haberse producido un lavado progresivo de estos elementos desde los suelos ácidos de los márgenes del tramo superior.

Detalle de una muestra de suelo donde se observan los restos de lodos (color más oscuro) procedentes del vertido de 1998.
Los márgenes de los ríos de la cuenca mediterránea están expuestos a fuertes crecidas otoñales que favorecen la erosión y el arrastre de partículas de suelo hasta zonas colindantes, facilitando además la contaminación de la masa de agua. Para evitar que en la cuenca del Guadiamar esto pueda suponer un transporte de elementos traza desde estos márgenes contaminados del tramo norte a otras localizaciones, los autores recomiendan la aplicación de nuevas medidas de limpieza y corrección del pH, así como un aumento de la cobertura vegetal que favorezca la estabilización física del suelo. Para los componentes del grupo SoilPlant, el Corredor Verde del Guadiamar es un referente en lo que a gestión de la contaminación se refiere, ya que las medidas adoptadas en su día contribuyeron notablemente a la mejora de la calidad ambiental de la zona. Sin embargo, es necesario seguir monitorizando la dinámica de la contaminación en toda el área, especialmente en los márgenes, y adoptar nuevas medidas correctoras en el tramo superior de la cuenca.
Los resultados se publican en el número de enero 2016 de la revista Geoderma.
Reseñas del estudio aparecidas en medios locales:
El Guadiamar, aún contaminado (El Mundo)
Algunos márgenes del Guadiamar muestran aún alto nivel de contaminación (EuropaPress)
El Guadiamar aún mantiene restos de la contaminación de Boliden (El Correo de Andalucía)